Aprovechando
uno de los ensayos elaborados para otra asignatura acerca de la adultez tardía,
aprovecharé, para plasmar una parte del mismo, intentando hacer reflexionar a
mis lectores acerca de cuál es la posición en la que actualmente situamos a nuestros
mayores en la sociedad; para posteriormente realizar una pequeña reflexión
personal al respecto:
En
una de mis últimas visitas a la residencia de ancianos donde se encuentra
alojado mi tío-abuelo, y observar algunas de las cosas que allí acontecían,
algunas preguntas rondaban por mi cabeza, ¿A quién consideramos “anciano” en
esta sociedad? ¿Por qué está aumentando tanto, la demanda de residencias? ¿Son
considerados los adultos mayores un “estorbo” para la sociedad? ¿Están
cambiando los valores sociales en torno
al respeto y cuidado de los ancianos?
Por
un lado, aunque en las sociedades no industrializadas se percibía a los
ancianos como un colectivo sabio y que gozaba de gran experiencia, y aunque en
algunas minorías, como en la etnia gitana, se sigue manteniendo esta imagen de
la vejez; a partir del siglo XX, esto comenzó a cambiar. El aumento de la
esperanza de vida debido a los avances que se han conseguido en economía y
medicina, unido a que cada vez dedicamos más tiempo a nuestro trabajo y a que
las viviendas dónde habitamos son cada vez más pequeñas; ha provocado que
nuestros mayores no tengan cabida en nuestra sociedad.
Además,
parece evidente además, que actualmente existen cambios en la composición de
las familias y en la concepción de los compromisos y responsabilidades
familiares. Así, mientras nuestros mayores creen que los jóvenes tenemos la
obligación moral de encargarnos de su cuidado por todo lo que ellos hicieron
por nosotros en el pasado, nosotros nos estamos dedicando, a ser
independientes, a disfrutar el momento y a vivir a corto plazo, dando de lado a
nuestros mayores. ¿O acaso no es así?.
Por
tanto, podremos decir que, en la cultura occidental en la que nos encontramos,
los ancianos, por lo general, son considerados un “estorbo”, siendo las
residencias “los lugares que simbolizan de forma extrema el desarraigo familiar
de los viejos y el abandono que sufren” (Fericgla,1992).
Por
otro lado cabe destacar el hecho, de que por lo general, “las personas mayores
son tratadas con respeto mientras aún pueden cuidar de sus nietos, encargarse
de las tareas domésticas, hacer labores, o realizar cualquier otra actividad
que nos aporta algún tipo de beneficio” (Feixa,1996). Pero, ¿qué ocurre cuando
nuestros ancianos ya no pueden valerse pos sí mismos y necesitan de nuestra
ayuda? Entonces, los convertimos en “chatarra social” (Vázquez,1999), y los
dejamos desprovisto de estatus y de toda participación social activa; anulamos
su capacidad de decisión, e ignoramos sus opiniones en muchas ocasiones; es
decir, “los arrinconamos como ciudadanos acabados y desprovistos de toda
utilidad pública, al mismo tiempo que les adoctrinamos para que se aparten del
mundo… hasta que la muerte venga a por ellos” (Comfort, 1984. “Citado por
Osorio,2006”).
A
mi juicio, otra de las causas de la exclusión de los ancianos en nuestra
sociedad, es el hecho de que hemos sustituido la información, experiencia y
conocimiento que antes nos transmitían nuestros mayores, por la que ahora nos
transmiten los medios de comunicación o por la que se nos transmite a través de
la institución escolar. Así, ahora es el joven el que sabe y el que tiene el
“poder”, mientras que se considera que los ancianos no saben porque “chochean”,
pasando así a estar dirigidos por los jóvenes. De esta manera, en la sociedad
occidental, “la vejez produce un regreso a la dependencia hacia la familia en
particular, y a la sociedad en general” (Harm 1999. “Citado por Ronzón,2010”).
Esta
concepción negativa del concepto de vejez, que lleva a las personas de la
tercera edad hacia la exclusión y marginación social, ha convertido el término
anciano en indeseado, de manera que, aunque casi todo el mundo quiere vivir
muchos años, nadie quiere llegar a viejo. Así, se considera que la vejez es
“una especie de infección, una enfermedad contagiosa cuyo contacto hay que
evitar a toda costa” (Schirrmacher 2004.“Citado por Osorio, 2006”).
Además,
¿nos hemos parado a pensar por un momento cómo se sienten nuestros mayores ante
este rechazo por parte de la sociedad?
En
una conversación con los ancianos de la residencia, pude observar que nuestros
mayores interiorizan ese rechazo social, y se perciben en torno a los valores
de inutilidad e incapacidad que la sociedad les atribuye. Además, la percepción
de vejez sobre sí mismos, depende de su capacidad para realidad las actividades
cotidianas, de manera que se su autoestima y su autopercepción se debilitan
cuando tienen que depender de las personas de su entorno para la realización de
dichas actividades. Sin embargo, “aunque el envejecimiento físico es
inevitable, la persona que lo experimenta puede mantener el control sobre su
actitud, evitando así convertirse en una persona vieja” (Ronzón 2003).
Desde mi
punto de vista, deberíamos de comenzar a luchar por recuperar los valores de
respeto y comprensión hacia nuestros mayores, ya que pienso que todavía tienen
mucho que aportar a nuestra sociedad. Además, deberíamos de tener en cuenta que
algún día, si esto no cambia, nosotros mismos seremos los excluidos, los
marginados, y los que sufriremos indiferencia, ya que la juventud no dura toda
la vida.
De esta
manera, si me sitúo en la perspectiva de la educación social y el trabajo
social, pienso que se deberían promover desde estos ámbitos, el desarrollo de
medidas que favorecieran el envejecimiento activo, de manera que se otorgara a
nuestros ancianos deberes, responsabilidades y el ejercicio de derechos para
evitar así su exclusión de la toma de decisiones. También, veo necesario que
desde dichos ámbitos, se generen políticas sociales que provean a la sociedad
de los mecanismos necesarios para que se favorezca la inclusión y la participación
ciudadana de nuestros mayores; así como la búsqueda de una serie de mecanismos
orientados hacia el respeto y consideración de los ancianos; siendo la
educación permanente un buen medio para ello.
Referencias:
Páez, C. (2011). Ensayo. La
tercera edad. Exclusión e indiferencia. Antropología de la Educación.
Como en la reflexión figuran
algunas citaciones, he de decir, que para la realización del ensayo (referencia
arriba indicada), utilicé las siguientes referencias:
§ Fericgla, Josep M.(1992).
Envejecer. Una Antropología de la
ancianidad. Barcelona: Herder.
§ Feixa, C. (1996):
«Antropología de las edades». En J. PRAT y A. MARTÍNEZ
(editores): Ensayos de antropología cultural (319-335). Barcelona: Ariel
§ Osorio, P. (2006).
Exclusión generacional. Revista Mad (Departamento de Antropología. Universidad
de Chile), 14.
§ Vázquez,F.(1999).
Hacia una cultura de la ancianidad y de la muerte en México. Papeles de Población (Universidad Autónoma
del Estado de México), 19,65-75.
§ Ronzón, Z.
(2010). La percepción subjetiva de la
vejez en la vida cotidiana. Una visión Antropológica. En Montoya,J
(coord).Análisis sociodemográfico del envejecimiento en el Estado de México
(208-229).