En
Don Pedro, una pequeña aldea de en torno a 50 habitantes, perdida en la Sierra
de Cazorla, Segura y las Villas, dónde los niños constituyen una parte muy
minoritaria de la población; nos encontramos con una historia que una vez más, nos
hace defender la educación como un instrumento muy importante para el
desarrollo y la convivencia de los seres humanos.
Es
allí, donde en una pequeña aula del colegio público Los Valles, nos encontramos
con un total de 15 adultos mayores, que tras realizar sus tareas diarias, y sin
importarles las “empinadas cuestas que cada día tienen que subir para llegar
hasta el lugar”, acuden a la escuela.
Hablamos
de personas, que habiendo nacido en plena guerra o posguerra, dónde la
educación era reservada especialmente a ricos y varones, y dónde las
necesidades del momento obligaba a los más jóvenes a incorporarse rápidamente
al mundo laboral para ayudar a sus familias a salir adelante; buscan que la
educación les de una segunda (en ocasiones primera) oportunidad.
La
gran valoración que hacen de la educación y la sacralización de la figura de la
“maestra”, hace de estas personas, alumnos con unas necesidades específicas y
con un interés extremo por la educación. Así, son sus ganas por aprender y su
entusiasmo, los que le llevan a adquirir y desarrollar nuevos conocimientos con
gran rapidez, o en definitiva, a desempeñar tareas que le ayudan a desenvolverse
en su día a día, y que les convierte en personas un poco más autónomas,
favoreciendo el aumento de sus niveles de autoestima.
Indicar,
que esta iniciativa, se enmarca dentro de los programas de alfabetización que
se puso en marcha en Andalucía para intentar reducir los índices de
analfabetismo en nuestra comunidad autónoma, y para defender la educación, como
dignidad, o como un derecho que se puede
recuperar en cualquier momento.
¡LUCHEMOS POR LA AMPLIACIÓN DE LOS PROGRAMAS FORMATIVOS PARA ADULTOS!
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